“No creo en tu Dios, ni en tu iglesia”. Aunque la afirmación bien valdría la pregunta de si creo en algún dios. ¿Cómo puedes contestarme a esto, tú, que dices que hoy es un día de alegría porque él se la ha llevado a su lado? Hoy, que nunca más voy a verla cruzar, silenciosa y con su media sonrisa, por el salón. Hoy, que ya para siempre quedará sepultada esa historia que quise escribir para conmemorarla, para acercarme un poquito a su historia, tan larga que da vértigo, para no poder decirle nunca que sí, que, en realidad, la quise.
“El cordero que quita el pecado del mundo”, resuenan las voces cansadas y seniles. Tú, que elevas tus dos manos con las palmas al frente y quedan inmóviles como dos lánguidas muecas sin vida. Tú, que pretendes que celebre el aniversario de su muerte porque para ti es la vida. Y, para ello, me miras queriéndome convencer de tu cuento de hadas. Y yo te miro a los ojos y cruzo los brazos desafiándote y pensando: que se dé cuenta, que se dé cuenta de que no murmuro, de que no me persigno, de que sólo estoy ahí porque se lo debo a ella.
—Hoy va a ser una misa preciosa —dice la señora que pasa el cepillo —, y un hombre muy gracioso, que conozco muy bien, te pregunta por qué haces que lees los textos si te los tienes que saber de memoria.
Si tuviera que resumir lo que has dicho no podría. Como muchos asiduos que sólo acuden hipnotizados por tus pases, tus movimientos casi de mago. De hecho, hubo un momento en que a tu imagen se superpuso otra y casi creí que ibas a sacar un conejo de debajo de tu túnica, casulla o como se llame lo que llevas puesto.
Cómo quieres que te crea o que llore, mística, de felicidad porque mi abuela habita en el reino de un cordero que, al mismo tiempo, también es el pastor. Hoy, que es su muerniversario, hoy, que hace ya un mes que suplico todas las noches poder hablarle una vez más y rendirme a su anciana humildad. Gritarle que me perdone por no saber qué poner en su epitafio, que me perdone por haberla olvidado demasiado pronto...
Y tú, que traes consuelo sólo al que se deja consolar, sé sincero: hoy es un día triste, como todos los de la muerte. Esa muerte abstracta que siempre parece la primera, que siempre sorprende y que nunca llegamos a comprender. Yo escribo la palabra muerte, pero no sé qué significa. Mi mente finita no alcanza el concepto, o más bien habría que decir sus consecuencias. Consecuencia inmediata de la muerte: nunca podré acariciar de nuevo su rostro de profundas arrugas, nunca más decirle hasta mañana, buenas noches.
Sin embargo, nunca no es más que una palabra, como cordero, reino o pecado.
7 de abril de 2005
12 comentarios:
Magos o prestidigitadores, actores y actuaciones, ritos y teatros, mitos y leyendas, opio.
La manera de afrontar la muerte de los cristianos es algo que me produce una gran envidia. Lamento tu pérdida :( Un besito.
Expunctor: Cuánta razón tienes. Yo les recomendaría a todos los religiosos que le echaran un vistazo a la Historia de la Mitología, a ver si se sorprenden con las numerosas coincidencias que existen entre las religiones antiguas panteístas (que ahora son objeto de estudio desde un punto de vista mitológico más que religioso), entre las cosmogonías primitivas y tribales y las religiones monoteístas y dominantes de hoy en día.
Un beso.
Dark: A mí, sinceramente, me provoca pena e indignación, sobre todo cuando, con una prepotencia sin límites, se arrogan el derecho de poseer la verdad entendida en términos absolutos.
Gracias, Dark. Mi abuela era estupenda.
Misa de 6. en murcia no fallaba.
Salvajuan Fernández:¿Eso quiere decir que nunca te perdías la misa de 6? ;-)
Yo en quien no creo es en Morfeo, era un vago. Ni en Apolo, era un prepotente. Ni en Zeus, era un picha floja.
Lamento tu pérdida.
Un beso
La iglesia tiene un gran negocio montado, venden la vida eterna a un precio ridículo, la sumisión de sus fieles, aunque bueno, cada vez son menos. Que les den, si existe un paraíso, tu abuela ahora mismo esta allí, la forma en que le escribes transmite el amor que sentías hacia ella, y una persona merecedora de tal cariño, tiene un lugar reservado en el paraíso, seguro.Un abrazo.
Ego: Sin embargo, sin Morfeo nunca dormiríamos y no conoceríamos ese gran placer; y sin Apolo ni tú, ni yo, ni todos nosotros podríamos escribirnos ni una sola palabra...En lo de Zeus quizá estemos más de acuerdo: Hera lo tenía dominado.:-))
Nuevo Ícaro: Muchas gracias por tus palabras. No me cabe la menor duda.
Por cierto, he estado leyendo tu próximo capítulo de Personajes por inercia,¿lo has terminado ya?
Has hecho crecer tanto la tensión y el suspense que no sé cómo vamos a seguir... Me ha gustado bastante el borrador, espero que lo publiques pronto.
Un saludo
Me extraña que "tu mente finita" no alcance el concepto de muerte. Es sencillo. Tú, como todos, ya estuviste muerta. Justo antes de nacer. La vida es la excepción que confirma la nada. ¿Trascendencia? Jamás me he sentido tan importante.
Nada más...
Prometeo, por mucho que me pese soy mortal y, por tanto, finita. ¿Cómo podré comprender a la muerte, ese ser (en sentido figurado) aespacial y eterno? ¿Cómo podré aprehender la nada si todo lo que conozco "es"?
En cualquier caso, cada vez pienso más en la reencarnación...:-)
Un saludo.
..pues el último de Zafón un personaje debe empaparse de la historia de las religiones para llegar a la conclusión de que todas se nutren de leyendas y ritos similares, de ese credo de sangre y sudor, de la victimización y del dedo acusador al extraño, al diferente, al que reza al otro Dios.
Me ha gustado tu escrito.
Da igual recurrir a un adivino, a un nigromante o a un cura en los malos momentos, la voz verdadera está dentro de nosotros y en nosotros está ponerle la mordaza o no..
El problema surge cuando esa voz interior le grita a la nada, le interroga al vacío... Ése es el nacimiento de todas las religiones, en mi opinión, Chufowski, y aceptarlo como un dogma, pretendiendo siempre que una creencia o una fe es mejor (o la verdadera) que otra no es más que una manera desesperada de justificarse, de protegerse, de evitar que la adopción de una postura frente a lo desconocido no nos deje atados a la condena de nuestra libertad ( Ya lo dijo Sartre). El hombre no necesita la libertad más que como una bella palabra, de ahí las normas, los pecados, los horarios, las costumbres, lo cotidiano... Es muy difícil enfrentarse con sinceridad a nuestra libertad de elegir.
Un saludo.
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