21/4/08

Lo Fatal

A René Pérez

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...


Cantos de vida y esperanza
, Rubén Darío



(Encuentra la diferencia entre el texto y el audio... ;-))

17/4/08

Misa de ocho

“No creo en tu Dios, ni en tu iglesia”. Aunque la afirmación bien valdría la pregunta de si creo en algún dios. ¿Cómo puedes contestarme a esto, tú, que dices que hoy es un día de alegría porque él se la ha llevado a su lado? Hoy, que nunca más voy a verla cruzar, silenciosa y con su media sonrisa, por el salón. Hoy, que ya para siempre quedará sepultada esa historia que quise escribir para conmemorarla, para acercarme un poquito a su historia, tan larga que da vértigo, para no poder decirle nunca que sí, que, en realidad, la quise.

“El cordero que quita el pecado del mundo”, resuenan las voces cansadas y seniles. Tú, que elevas tus dos manos con las palmas al frente y quedan inmóviles como dos lánguidas muecas sin vida. Tú, que pretendes que celebre el aniversario de su muerte porque para ti es la vida. Y, para ello, me miras queriéndome convencer de tu cuento de hadas. Y yo te miro a los ojos y cruzo los brazos desafiándote y pensando: que se dé cuenta, que se dé cuenta de que no murmuro, de que no me persigno, de que sólo estoy ahí porque se lo debo a ella.

—Hoy va a ser una misa preciosa —dice la señora que pasa el cepillo —, y un hombre muy gracioso, que conozco muy bien, te pregunta por qué haces que lees los textos si te los tienes que saber de memoria.

Si tuviera que resumir lo que has dicho no podría. Como muchos asiduos que sólo acuden hipnotizados por tus pases, tus movimientos casi de mago. De hecho, hubo un momento en que a tu imagen se superpuso otra y casi creí que ibas a sacar un conejo de debajo de tu túnica, casulla o como se llame lo que llevas puesto.

Cómo quieres que te crea o que llore, mística, de felicidad porque mi abuela habita en el reino de un cordero que, al mismo tiempo, también es el pastor. Hoy, que es su muerniversario, hoy, que hace ya un mes que suplico todas las noches poder hablarle una vez más y rendirme a su anciana humildad. Gritarle que me perdone por no saber qué poner en su epitafio, que me perdone por haberla olvidado demasiado pronto...

Y tú, que traes consuelo sólo al que se deja consolar, sé sincero: hoy es un día triste, como todos los de la muerte. Esa muerte abstracta que siempre parece la primera, que siempre sorprende y que nunca llegamos a comprender. Yo escribo la palabra muerte, pero no sé qué significa. Mi mente finita no alcanza el concepto, o más bien habría que decir sus consecuencias. Consecuencia inmediata de la muerte: nunca podré acariciar de nuevo su rostro de profundas arrugas, nunca más decirle hasta mañana, buenas noches.

Sin embargo, nunca no es más que una palabra, como cordero, reino o pecado.

7 de abril de 2005

16/4/08

Tan sólo en un momento

Conducía violentamente de camino a casa. Todo era una enorme mentira. Salían del trasluz leves, pero potentes, ráfagas de respuestas que señalaban hacia una única verdad. Todo el mundo quería lo mismo, pero no sabían lo que querían. ¡Qué ganas de abandonarlo todo! El impulso de no torcer la esquina familiar era cada vez más fuerte. El deseo de perderse hasta de sí misma le condujo irremediablemente al salado y tópico sabor de la impotencia. ¿Qué era, al fin, lo que buscaba? Siempre corriendo, siempre autocomplaciéndose con ilusorias promesas. Obligaciones, obligaciones, obligaciones... ¿Por qué no dejarse ir simplemente como algo natural? Porque ahí estaba la certeza, el convencimiento irrefutable, la crisis templada de no estar nunca donde quería llegar. Al último destino la conocida sorpresa de encontrarse tan sólo en un apeadero, en un área de descanso. Y, ¿para cuándo el final? ¡¿Para cuándo el deseo colmado?!

“Soy una pared, el dique de contención que amenaza resquebrajarse de un momento a otro por la presión de dos aguas encontradas”. Hay un enorme cansancio en sus palabras, sus gestos, contenidos, ahora estallan sin precisión. Ahora, que está sola, ahora, que nadie puede verla. Ahora, que nadie puede oírla ni compadecerla ni comprenderla, ella llora...

15/4/08

Catoptromancia

El hombre está desesperado. Sentado en el suelo contempla con ojos enloquecidos los cientos de fragmentos a los que ha quedado reducido el espejo.

Ya cree sentir los primeros estragos y nota su piel más fláccida durante un momento, sólo un momento: sus músculos tomando carrerilla para tensarse con más fuerza. El tambor del corazón le martillea en los párpados con un ritmo disonante: ha perdido su armonía. Sus ojos se van poblando de sombras mientras una debilidad absoluta le impide moverse. Pero lo peor aún está por llegar.

Su respiración se acelera 20, 30, 40, 60...; el hombre comienza a temblar, no puede contener sus parpadeos, la boca se le llena de agua. También su cuerpo amenaza con licuarse bañado en su propio sudor. Las manos resbalan a los costados al tiempo que su mente se doblega un poco más al ver la peculiar postura que han adquirido: los pulgares se dirigen como un resorte hacia el centro de la palma y un batallón de hormigas sube de sus dedos a sus brazos aplastándole con su peso, clavándole al piso. Su cuerpo entero, gran sierpe, se mueve en ondulantes movimientos violentos.

Ahora comienza a sentir dolor en el pecho, y por entre las guedejas ardientes de su rostro ve sobre sí un Hefesto gigantesco presionándole el corazón con su colosal martillo. Es sospechosamente parecido a él y le mira con su gesto torcido, con su pierna colgante que ha marcado un surco profundo en la tierra batida del piso. Le sonríe avariciosamente.

El hombre, ya rendido, comprende: “¡Ahora sí! ¡Había llegado!”. ¡Su alma mutilada lo abandonaba por siete años!

13/4/08

Otrora


Al principio sólo había oscuridad, silencio. La mujer caía, casi se escurría, hasta que el impacto brutal contra su cuerpo le hizo abrir los ojos.

Se deslizaba como del sueño y sentía el vapor de la habitación llenándole los pulmones. La dura loza de la bañera comenzaba a clavarse en sus huesos, la sangre era menos espesa. Finos hilillos corrían del agua rosada hacia sus brazos donde comenzaban a borrarse los largos alfileres que su mano había trazado. La navaja, ya brillante, acariciaba con pulso tembloroso sus muñecas sellando las heridas.

La mujer mira fijamente el sumidero en el que el agua canta de nuevo en las tuberías, y las lágrimas que cubrían su rostro son absorbidas por sus ojos sedientos. Ahora, camina hacia el armario y cierra el cajón que quedó abierto. En el fondo, entre otros utensilios de aseo, el precinto de la caja permanece intacto: las cuchillas duermen de nuevo.

Un papel arrugado vuela del suelo a su mano y la mujer se mira en el espejo. Las sombras de sus ojos vuelven a habitar aquel mundo desconocido del que ha regresado, y el papel se hace sobre con un remite de signos claros. El bolso se cuelga de su brazo y las llaves corren a cerrar la puerta. La mujer respira. Mientras, en la carta se van deshaciendo las letras que alguien borra con el trazo rápido de una pluma. Se le planchan los dobleces y juguetea rápido en los dedos del que lo deposita, junto a sus hermanos, en el estante del escritorio.

…………………………..

Alguien la besa en la mejilla sujetando su mano mientras le pregunta su nombre. La mujer, con las manos en los bolsillos, sonríe radiante.

10/4/08

Love song for a vampire

Contemplación ensimismada

Sólo cuando me percato
la mirada fijada
de que te alejas,
cuando detengo el flujo
del tiempo y de la vida
parezco encontrarte de nuevo.

Tu silueta entonces
se reconstruye ajena
del espacio y de la prisa,
y yo te veo flamante
casi brillante como un dios.

Sólo cuando del murmullo
de las voces infinitas
la búsqueda en un hilo
acallan,
cuando silencio la vorágine
de lo urbano y la mentira
me renaces todo fuerza
en un impacto vital
tan físico
que olvido todo
lo que no sea de ti.

Tu imagen entonces
toca con sus dedos invisibles
el centro más fatal
de lo tuyo y de lo mío
y recuerdo peligrosamente
mientras me inundo
todo el amor dormido
toda la acallada pasión.

Otra vez tu ausencia
refulge, soberbia,
y yo te miro
y yo comprendo:
que me lo quiten todo
que se muera el mundo
no quiero nada
que no sea de ti.

7/4/08

5/4/08

1/4/08

Azul

Me pareces, a veces,
el reflejo o el antirreflejo.
Brillante y denso.

Yo, negra y fría.
Imagen solitaria y muda
del destierro.

Sin embargo, también me
pareces ligero y tierno,
como una caricia envolvente
que quisiera proteger mis cimientos.
El cambio en ti es tan natural,
que puedes pasar del hielo al
infierno, y entonces te vuelves felino,
sacas tus uñas rizadas de espuma
blanca y arañas explosivo
a este extraño y aburrido muro.

A veces me emborracho de tu sabor
libre y sin tiempo, sintiendo,
............malherido,
tu deseo de irte lejos, lejos con el viento
o con la noche,
...........infiel eterno.

Sin embargo, también te me apareces
mudo y perfecto.

(1995)