4/12/07

Fiebre de otoño

Arden, enfermas, frías
gotas de sudor en mi frente,
y la peste, allá arriba prendida,
en el ángulo en sombra me mira.
- ¡Ven! -grita-. Al fondo, al pozo
de mis ojos. Agujas sepulcrales
van bordando mi delirio con finos
huesos de oro.

La luz entra en la estancia y grita.
Dos avispas se me clavan, en las pupilas.
La sangre se emociona y corre, feliz,
atolondrada, en dos regueros
de caliente dulzura por mi rostro,
apestada.

El aire silba; la luz, asustada,
se retira; las sombras sueñan
en su paraíso sin nombre.
La peste, deliberada,
abre por fin sus alas
y pone su simiente en mi cara.
- Ésta es mi sangre.
Duerme en la eternidad,
en el vacío de tu propia alma.

(2001)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ke chuuuloo

Nuevo Ícaro dijo...

Fantástico poema y fantástico ritmo.

Arenas dijo...

Gracias, pero no es de los mejores. Algún día pondré más poemas, porque tengo el blog abandonado.