Arden, enfermas, frías
gotas de sudor en mi frente,
y la peste, allá arriba prendida,
en el ángulo en sombra me mira.
- ¡Ven! -grita-. Al fondo, al pozo
de mis ojos. Agujas sepulcrales
van bordando mi delirio con finos
huesos de oro.
La luz entra en la estancia y grita.
Dos avispas se me clavan, en las pupilas.
La sangre se emociona y corre, feliz,
atolondrada, en dos regueros
de caliente dulzura por mi rostro,
apestada.
El aire silba; la luz, asustada,
se retira; las sombras sueñan
en su paraíso sin nombre.
La peste, deliberada,
abre por fin sus alas
y pone su simiente en mi cara.
- Ésta es mi sangre.
Duerme en la eternidad,
en el vacío de tu propia alma.
4/12/07
Fiebre de otoño
(2001)
3/12/07
Química
Entre ellos, ciertamente, había química. Lo decían todos sus amigos desde que se conocieron aquella primera vez, hacía ya diez meses, en una fiesta de cumpleaños. Luego vinieron muchas noches más...
Invariablemente se mandaban mensajes al móvil, deseando el momento de estar juntos otra vez tras la dura jornada de trabajo semanal. Hacían planes para los fines de semana, para las vacaciones, detallando punto por punto viajes de todo tipo.
Todo el mundo lo decía.
También lo decía el atestado policial cuando los encontraron destrozados en la cuneta de una carretera cualquiera a la salida de un after hours. Tenían la sangre, ciertamente, repleta de química...
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