Arden, enfermas, frías
gotas de sudor en mi frente,
y la peste, allá arriba prendida,
en el ángulo en sombra me mira.
- ¡Ven! -grita-. Al fondo, al pozo
de mis ojos. Agujas sepulcrales
van bordando mi delirio con finos
huesos de oro.
La luz entra en la estancia y grita.
Dos avispas se me clavan, en las pupilas.
La sangre se emociona y corre, feliz,
atolondrada, en dos regueros
de caliente dulzura por mi rostro,
apestada.
El aire silba; la luz, asustada,
se retira; las sombras sueñan
en su paraíso sin nombre.
La peste, deliberada,
abre por fin sus alas
y pone su simiente en mi cara.
- Ésta es mi sangre.
Duerme en la eternidad,
en el vacío de tu propia alma.
4/12/07
Fiebre de otoño
3/12/07
Química
Entre ellos, ciertamente, había química. Lo decían todos sus amigos desde que se conocieron aquella primera vez, hacía ya diez meses, en una fiesta de cumpleaños. Luego vinieron muchas noches más...
Invariablemente se mandaban mensajes al móvil, deseando el momento de estar juntos otra vez tras la dura jornada de trabajo semanal. Hacían planes para los fines de semana, para las vacaciones, detallando punto por punto viajes de todo tipo.
Todo el mundo lo decía.
También lo decía el atestado policial cuando los encontraron destrozados en la cuneta de una carretera cualquiera a la salida de un after hours. Tenían la sangre, ciertamente, repleta de química...
23/11/07
Quijote, Sancho... Sancho, Quijote
Quiero volver a la infancia.
Realmente.
Sin tópicos.
La única inquietud,
los dibujos de la tarde.
Ahora, el sentimiento me atenaza más allá,
imposible recrearlo, indescifrable.
Y todo tras una bella, infantil canción,
ahora.
Don Quijote y Sancho.
Emoción diluida, escapada,
surgida de allí,
de lo ya vedado.
¡Es nostalgia infinita!
Volver a sentir.
Sólo sentir.
17/11/07
Mujeres tras la puerta
-Sí, allí enfrente... Unas mujeres... Las sigo viendo. Mira, allí tras las rendijas de esa puerta veo brillar los ojos que nos miran... Han estado asomándose para acá... Míralas. Veo las bolas brillantes de sus ojos... Pero no tienen qué darnos de comer. Me dijeron sin sacar la cabeza que en este pueblo no había de comer... Entonces entré aquí a rezar, a pedirle a Dios por nosotros.
Luvina
Juan Rulfo